miércoles, 11 de septiembre de 2013

Día 743

Resulta que llego a mi clase de las 6:30 y me reciben con la pésima noticia de que van a cerrar la sucursal del gimnasio: pánico y terror. Apenas acabo de retomar bien el hábito, apenas estoy empezando a disfrutar el spinning y nada, que la cierran. Dicen que es porque les pidieron el local pero me late más bien que ya no les estaba costeando tenerla abierta: casi todos los instructores decían que en la otra sucursal había mucha más gente y además, hace poco quitaron clases y dejaron muy triste el horario.

Dicen que hay tres opciones para usar lo que ya se pagó: duplicar el tiempo en la otra sucursal, obtener una tarjeta de visita para la sucursal para otra persona (pero con muy pocas visitas, no en proporción al tiempo ya pagado) y el reembolso. Mientras me decían las opciones me imaginaba el largo traslado a la otra sucursal (por lo menos 40 minutos de trayecto) de ida más o menos fresca, pero ¿de regreso, toda sudada? No, muchas gracias. Obviamente no le hizo nada de gracia al gerente cuando le dije que mi opción era el reembolso, me dijo que me darían un estado de cuenta y que lo pasarían al corporativo, lo que quiera que eso signifique. No me da buena espina que me haya dicho lo del corporativo, aunque tiene lógica que no sean ellos directamente los que hagan el reembolso, pero, ¿cómo se puede confiar en un negocio que anuncia con 3 días de anticipación su cierre? Veremos qué pasa.

Por lo pronto ya estoy bajando clases, rutinas y gráficas para hacer mis propias sesiones de ejercicio, ahora el punto es la motivación y acostumbrarme a hacer el ejercicio en la casa: por lo menos ya tengo mi pelota y mis mancuernas.

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