martes, 11 de agosto de 2015

La segunda primaria

La diferencia principal entre la primera y la segunda primaria en las que estudié es que en la segunda nadie me conocía. Era nada más la nueva y tuve que hacerme un hueco para demostrar mis aptitudes y habilidades. Entré en cuarto año y ya estaban establecidos los roles de cada quien, creo que era el segundo año que daba la misma maestra, no estoy segura. Recuerdo un comentario que hizo porque se tomó la foto de grupo el primer día y varios estudiantes habíamos faltado: tan bonitas y tan flojas, ¿por qué no vinieron el primer día? Yo opté por no decir nada de mi situación familiar recién cambiada por tercera vez, lejos de mis costumbres, en una escuela nueva, sin amigos, con tantos cambios. Ese año lo pasé bien en calificaciones, empecé a hacer amigos y a ganarme a la maestra pero fue hasta quinto año cuando volví a brillar. La maestra de ese grado era totalmente diferente a mis anteriores maestros, una de sus frases favoritas era: "cuánto sabes, cuánto recuerdas". No le gustaba que memorizáramos nada, nos hacía pruebas diferentes, le encantaban las Matemáticas y las explicaba con pasión, gracias a ella la ortografía fue sencilla para mí (aunque no recuerdo su técnica de enseñanza). Y a pesar de no ser el modelo al que yo estaba acostumbrada en la primera primaria, disfruté mucho los dos años que nos dio clase. Sí era muy estricta, pero eso secretamente me gustaba mucho. En público me quejaba como todos los demás, la criticaba y señalaba sus defectos, pero en el fondo me daba cuenta de que me estaba enseñando mucho más que todos los demás maestros.

En esa escuela la clase de Educación Física parecía más un mero trámite que una clase de verdad: los maestros faltaban, había semanas que no la teníamos y cuando sí la teníamos no hacíamos gran cosa: el paraíso para mí. A pesar de eso algunas veces mentí para no tener la clase, recuerdo a uno de los maestros (no me acuerdo de cuántos tuve en un solo año) preocupado: se me acercó cuando llegué en último lugar en una carrera por filas donde los compañeros eran los obstáculos y me preguntó si me sentía bien. Le dije que sí pero no me creyó y me manó a sentar junto con otras niñas gorditas como yo.

Porque ese es el otro detalle que no he comentado: mi peso durante esos años, ya les contaré qué pasaba.

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